New Year Resolutions, ese término tan práctico que tienen los americanos para definir (en realidad) a nuestros anhelos para el nuevo año que comienza. Sí, son anhelos, no metas reales, porque siendo honestos, la gran mayoría de las personas no cumplimos con nuestras “New Year Resolutions” o sólo con algunas, pero ciertamente no con las más complejas.
En la era de la inmediatez, es casi romántico proponerse metas que impliquen mucho esfuerzo. Renunciar a la comodidad (aunque nos genere a veces incomodidad) y decidir apostar a la disciplina. Pero, como solemos querer lo que no tenemos, nuestra energía deseadora suele ir hacia las cosas más complicadas de lograr, vaya contradicción. Entonces, si estamos convencidos de que queremos algo, nuestra primera pregunta antes de comenzar erráticamente con nuestro plan, debe ser: ¿Qué estamos dispuestos a sacrificar para lograrlo?
Si lo piensan, la gran mayoría de las resoluciones de año nuevo, implican un sacrificio. Cambiar de trabajo, lograr un ascenso, hacer más deporte, bajar de peso, lograr un mejor balance casa-trabajo. Ninguno de estos anhelos se consigue sin sacrificar, primero tiempo, que tendremos que sacar a otras actividades para dedicarle a esta meta. Segundo, confort, todo proceso de cambio, implica mucha incomodidad, física y psíquica. Tercero, la ilusión, de la que nos alimentamos a diario, pensando que mágicamente algún día, todo será perfecto. En cuanto nos proponemos pasar del anhelo a la meta real y comenzamos a ejecutar nuestro plan, enseguida nos damos cuenta que la expectativa era fantasiosa y que la realidad es menos florida, menos colorida, más difícil.
Pero, no hay mayor satisfacción, que llegar a diciembre y descubrir que nuestros anhelos se han transformado en metas concretas y que las hemos logrado. La experiencia de trabajar duro y concretar una meta es definitivamente trasformadora y es el verdadero EMPODERAMIENTO.
¿Cuál es tu meta para este año?
Por Constanza Mandel
Psicóloga, Coach Organizacional, Partner en Mandel&Wirth